Niña morena y ágil, el sol que hace las frutas, el que cuaja los trigos, el que tuerce las algas, hizo tu cuerpo alegre, tus luminosos ojos. Y tu boca que tiene la sonrisa del agua. Un sol negro y ansioso se te arrolla en las hebras. De la negra melena, cuando estiras los brazos. Tú juegas con el sol como con un estero. Y él te deja en los ojos dos oscuros remansos.